Glosario

branquia

órgano respiratorio de los peces y otros animales acuáticos

Los peces respiran a través de branquias.

 

penacho

adorno de plumas que se lleva puesto en la cabeza

El penacho de Moctezuma tiene más de 200 plumas de quetzal.

 

gemelo

cada una de las personas que nacieron al mismo tiempo de la misma madre

Aunque los gemelos idénticos se parecen, no son idénticos.

 

astro

cuerpo celeste, como el Sol y los planetas

El astro más grande de nuestro sistema solar es el Sol, el astro rey.

 

maizal

campo sembrado de maíz

Antes de la cosecha, la altura del maíz hace que el maizal parezca una selva.

 

maguey

planta suculenta de hojas gruesas y puntiagudas, también conocida como agave

Tanto el pulque como el mezcal se elaboran con el corazón del maguey.

 

mismísimo

una forma de decir con énfasis que algo es exactamente lo que es y no otra cosa

Anoche me topé con la mismísima Llorona en Xochimilco.

 

silvestre

que crece o se cría en estado natural, sin cultivo

Hay flores silvestres muy bonitas en la orilla del río.

 

 

 

El ajolote: un monstruo acuático divino

 

Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos,

por sus pequeños rostros aztecas

 

Eso dice el escritor argentino Julio Cortázar en su cuento Axólotl, y la neta tiene razón: hay algo bastante prehispánico en el ajolote, la salamandra mexicana. Sin embargo, para mí no es el rostro sino las branquias externas, ya que parecen un adorno hecho con plumas, como los penachos que usaban los mexicas. O mejor aún, le dan al animalito la apariencia de una chiquita serpiente emplumada, como Quetzalcóatl. Creo que esta similitud debe ser más que una coincidencia, porque resulta que Quetzalcóatl tenía un hermano gemelo llamado Xólotl, y el ajolote es una de las formas animales de ese dios.

 

Su leyenda proviene de la creación del Quinto Sol, que es la etapa actual en la que vivimos. Después de que los dioses crearon de nuevo la Tierra, se reunieron en Teotihuacán, en el Valle de México, y dos de ellos, Nanahuatzin y Tecuciztécatl, se lanzaron al fuego para convertirse en el Sol y la Luna respectivamente. Cuando por fin aparecieron los nuevos astros en el cielo, brillaron muy fuerte pero no se movieron, así que todos los demás dioses tuvieron que sacrificarse para ponerlos en marcha.

 

Xólotl no quiso morir. Huyó y se escondió, primero entre los maizales, transformándose en una planta de maíz con dos varas, y luego entre los magueyes, transformándose en un maguey de dos cuerpos, pero cada vez fue descubierto y tuvo que huir de nuevo. Finalmente, se metió en el agua y se transformó en un monstruo acuático, o sea, un ajolote (del náhuatl axólotlatl «agua» y xólotl «monstruo»). Esa transformación fue la última, porque encontraron a Xólotl en el agua y lo mataron.

 

Quizás debido a su intento de escapar de su propia muerte, Xólotl era el encargado de guiar a las almas en su viaje al Mictlán, la tierra de los muertos. Se le representaba como un hombre con cabeza de perro, por lo que se creía que los muertos iban acompañados del xoloitzcuintle, la raza de perro que lleva su nombre.

 

Mientras tanto, el pequeño monstruo acuático resultó tener poderes muy especiales. A diferencia de otras salamandras, el ajolote casi nunca cambia de su forma larvaria, por lo tanto se puede decir que siempre es joven. Además, tiene la capacidad de regenerar partes de su cuerpo, como patas perdidas y órganos vitales. Es como si este animalito hubiera logrado hacer lo que el mismísimo Xólotl no pudo. Sin embargo, ahora se encuentra en peligro de extinción.

 

Los ajolotes siempre han vivido en los lagos del Valle de México, el mismo lugar donde nació el Quinto Sol. Esta región se ha secado tanto que hoy lo único que queda de su hogar es el lago de Xochimilco, que ya no es tan grande ni tan limpio como antes. Además, tener un ajolote como mascota es una novedad muy atractiva que ha reducido drásticamente la población silvestre. Por suerte, hay quienes buscan proteger a los ajolotes a través de proyectos de conservación y educación y así asegurar que haya un futuro para este animalito extraordinario que una vez fue un dios.

 

 

Saludos,

Mónica.